
impredecible compás cuando te vistes de Jazz,
llegas y me das oxígeno, mi único somnífero
si el mortífero estrés tensa mis músculos, discípulo
de tu inmensa maestría cuando no te conocía,
como podía vivir sin percibir tu melodía
fuiste mía y solo mía en mis horas de miseria,
compones la banda sonora de esta tragicomedia.
Tú reina entre mil reyes, cumbre de mis valles,
me levitas y asi evitas que tanto odio me ametralle
tú, si eres Hip-Hop muestras denuncia y carisma,
pero te vistes de clásica y sigues siendo la misma.
_______
Unas manos me taparon la boca y sentí el pánico dentro de mí. Tantas emociones por un día… Era muy malo. Giré con resistencia la cabeza y pude ver a un chaval, aunque después noté otra persona obligándome a ir a un sitio. Intenté evitarlo, pero dos siempre son más que uno.
Entramos en una oficina, o mas o menos veía según la distribución de las cosas, hasta que noté el sonido de una puerta cerrarse no me soltaron.
Miré al chico que se dirigía a un escritorio delante mío.
Una vez pude observarle, comprobé que no lo conocía de haberlo visto antes.
Era alto, mediría aproximadamente lo mismo que yo. Esa talla hacía más notar un cuerpo de peso normal y musculatura definida; por lo que deducí que acostumbraba a hacer algo de ejercicio. Aparentaba tener 17 años, más o menos. Su pelo era de un marrón muy oscuro, casi negro; este caía sobre su frente dando paso a unas cejas cortadas por una cicatriz en el lado izquierdo. Bajo ellas, resplandecían unos grandes ojos azules, cubiertos por unas gafas de pasta negras. Su boca permanecía seria, esperando a que yo dijera algo; mientras se cruzaba de brazos. Vestía una sudadera negra -en la que estaba escrita una frase en un idioma que no logré comprender- junto con unos vaqueros. Al conjunto acompañaban unas deportivas amarillas.