viernes, 14 de noviembre de 2014

Capítulo IV


Los primeros besos siempre llegan
en mitad de una frase.
Las canciones quedan incompletas
si no escuchas primero.
Incompleto siento cada dia que
no paso contigo, incompleto y sin vida
Incompleto...
La distancia no se cuenta en días
ni el amor con mentiras.
Las verdades cuestan ver la vida
y mi vida un te quiero...
Incompletos quedan los recuerdos
que me llevan contigo
me llevan de día
incompleto, incompleto sin ti
sin tu voz,sin elegir
incompleto aprendí a no luchar a imaginar
perfecto es incompleto.
————
Casi de milagro, pude escuchar entre el ruido que hacían los de la habitación de al lado, el timbre.
Con paso rápido, avancé hasta la puerta evitando mirar al dormitorio de mi compañero de piso.
Abrí la puerta. Ante ella se encontraba alguien desconocido para mí.
Un chico de unos veinti tantos, pelo marrón desordenado y ojos avellana estaba al otro lado de la puerta. Tenía algunas pecas dispersadas por el rostro y una sonrisa amigable. Era de complexión fuerte, musculoso y se le notaba saludable.
— ¡Hola! — Saludó, tendiendome su mano para estrecharla. — Mi nombre es Carter, soy el nuevo vecino de al lado. Pensé que sería buena idea pasar a saludar.
— Encantado, yo soy Scott. — Respondí, estrechándole la mano.
La conversación moría por momentos. Habíamos llegado a un punto muerto.
— ¿Me invitas a pasar? — Murmuró.
— Esto… Sí, claro… — Respondí algo desconfiado y me hice a un lado para que él pasara.
Empezó a caminar por el pasillo hasta llegar al comedor.
— Bonita casa. — Dijo Carter mientras examinaba todo el salón.
— Gracias. — Contesté.


De pronto entrecerró los ojos. Me percaté de lo que estaba ocurriendo.
— ¿Eso que se oyen son…?— Preguntó, dejando en el aire la última palabra.
— Oh… Si… Es mi compañero de piso. ¡Jiang Li! ¡Tenemos visita! — Lo llamé, avergonzado por la situación.
Por la puerta del dormitorio salió, acomodándose la camiseta y retocando su pelo en vano.
— ¡Hola! — Saludó a Carter. — Soy Jiang Li, tú debes de ser el nuevo vecino.
— Carter. — Contestó él forzando una sonrisa.
— Hola cariño… ¿Cómo te llamas? — Ai Chan apareció por la puerta semidesnuda, sólo llevaba una camiseta y la parte de abajo de la ropa interior. Con paso seductor caminó hacia Carter, depositando dos besos en sus mejillas, el último quizá demasiado cerca de sus labios. Este, por su parte, retrocedió un paso ante el atrevimiento de la chica.
Pobre, pobre de mi amigo Jiang Li. Nunca conocí a nadie tan inocente como él.

Carter llevó su mano a la nuca, aparentemente nervioso. Hizo una mueca y me miró.
— Él es Carter. Carter, ella es Ai Chan, la novia de Jiang Li.
— Novia por poco tiempo. — Sonrió triunfante Jiang Li. — Hemos estado pensándolo mucho y posiblemente nos casaremos en unos meses.
Abrí de golpe los ojos.
— ¿¡Tan de repente!?
Él asintió. — Ai Chan y yo hacemos una pareja perfecta.
Carter levantó una ceja.
— Esto… Ya hablaremos luego de eso. — Murmuré, mirando de reojo a Ai Chan, que tenía la mirada fija en Carter. — Si te parece, Carter, podemos charlar un rato fuera y te enseño… La ciudad. — Improvisé.
Éste asintió con rapidez y se despidió con un gesto con la mano de ambos.
— Vuelve luego, tenemos que celebrarlo con champagne, ¿Quieres que llame a Maya para que venga? — Preguntó Jiang Li. Negué. No tenía fuerzas para ver a Maya tan pronto después de lo ocurrido.

Salí de casa acompañado por el nuevo vecino. Una vez alejados de allí, disminuimos la velocidad del caminar.

— Vaya con esa chica... Esto… ¿Ei Chan? — Preguntó Carter mientras sus mejillas se volvían rosadas.
— Ai Chan — Corregí mientras reía.
— Eso, Ai Chan. — Metió las manos en los bolsillos de los vaqueros y me miró.
— ¿Cómo es que te mudas aquí?
— La verdad es que venía buscando desde hace un tiempo un lugar tranquilo donde poder relajarme y poder estar sólo de vez en cuando. Mi familia tiene bastante dinero, y me recomendaron instalarme en una de esas típicas mansiones de ricos. — Hizo una mueca. — Pero no me van esos rollos. También, la universidad está más cerca desde aquí. Además, me llevo bastante mal con mi hermana pequeña, si me fuera a vivir allí seguramente me pedirían que me la llevara a vivir conmigo, y estoy harto de sus caprichos. A veces pienso que mis padres sólo quieren deshacerse de mí, o, simplemente no me quieren.

Me detuve. Mi cuerpo se tensó al oír las últimas palabras.
— ¿Te ocurre algo, Scott? — Preguntó.
— Yo… No es nada. — Di un ligero escalofrío. — ¿No te parece que nos observan?
Carter miró a su alrededor entrecerrando los ojos.
Los segundos pasaron sin respuesta.
— También noto algo similar… — Carter de repente calló. Su mirada estaba fija en el espejo de un coche. Este dejaba ver parte de la calle, mostraba la cafetería que hacía esquina, y justo en ese lugar, podía verse la silueta de una persona. Con rapidez se giró, pero fue tarde, ya no había nadie en ese lugar. Mordió con suavidad su labio inferior y parpadeó un par de veces. — ¿Sabes si te siguen? — Dijo al fin.
— ¿A mí? ¿No sería más sensato que te siguieran a ti? Al tener dinero… — Murmuré.
— No… No era a mí a quién miraba.
Recordé entonces la serie de mensajes y llamadas anónimas que recibía.
— Voy a contarte algo. Pero es un secreto.
Asintió y caminamos hacia un lugar más apartado.
En voz baja le relaté los últimos hechos de mi vida, omitiendo la parte de los sueños y de las muertes, y mencionando a Maya una única vez cómo ‘’una antigua amiga’’.

— Y yo quejándome sobre mi vida… Pobre de tí, tío. — Asintió pasando uno de sus brazos por el hombro y dándome palmadas.
— Sé que no te conozco casi nada, pero tenía que decírselo a alguien, ¿sabes?.
— Entiendo. Entonces… ¿No sabes quién puede estar haciéndote las llamadas?
Negué. Carter alborotó un poco su pelo, me di cuenta de que lo hacía cada vez que estaba pensando en algo importante. — Puedo ayudarte. — Murmuró.
— ¿Cómo? — Pregunté.
— Tengo un amigo… Su nombre es William, es hacker. O más bien, Phreaker, tiene un gran conocimiento de teléfonos móviles y trabaja en ese ámbito. Tal vez podría ayudarnos a identificar las llamadas.
Asentí. De pronto Carter desvió la mirada hacia uno de sus lados. — Vaya, esa chica parece que ha visto un fantasma.
Extrañado, seguí la dirección de su mirada. Allí estaba. El viento mecía y enredaba su melena, y sus ojos azules, abiertos como platos, estaban fijos en mí. Su labio inferior temblaba un poco. No esperaba verme aquí. Ni yo a ella.
Maya retrocedió y corrió en sentido contrario, alejándose de allí.
— ¡Maya! — Grité, y dejando a Carter atrás, corrí tras ella.

Había que admitirlo, era rápida, pero no mucho más que yo. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, conseguí agarrar bruscamente su muñeca. Rodeándola con mi brazo libre, tuve que hacer un esfuerzo para que no se escapara.
— ¡Suéltame! — Chilló.
— ¡Primero dime que te pasa! — Y mis palabras fueron perdiendo intensidad al ver cómo de sus ojos brotaba una lágrima. Mi vista se fijó en su muñeca. No me había dado cuenta en esos momentos de que estaba apretando tan fuerte. La solté de golpe, la marca roja de mis dedos estaba presente en ella como si de un tatuaje se tratara. Dolida, se tocó con suavidad la piel marcada y me miró.
— Yo… Lo siento… — Susurré bajando la mirada.
Mi respiración empezaba a acelerarse, lleve mi mano al bolsillo de mi pantalón, pero no encontré el inhalador. Comencé a toser, me dolía el pecho. Seguía respirando con dificultad. Conocía esta situación, el asma nunca había sido nada beneficioso en mi vida, pero siempre que me había dado un ataque de ello había tenido el inhalador cerca.
— Scott… ¿Que te pasa? — Susurró Maya.
Yo comencé a tener miedo. El dolor aumentaba, y apenas me llegaba aire a los pulmones como para poder respirar.
— ¡Scott! — Volvió a llamarme. — ¡Ayuda! ¡Ayuda por favor! — Comenzó a gritar.
Pude ver la imagen de Carter, que corría hacia nosotros. Más gente empezaba a acercarse y algunos sacaban el móvil para llamar a los servicios de emergencias.
No podía seguir sosteniéndome en pie, hubiera caído al suelo de no ser porque Carter me había sujetado a tiempo. Me sentó en el suelo y me pidió que me calmara, que intentara respirar despacio, que ya habían llamado a una ambulancia. Pero yo ya no podía pensar en nada, mi cuerpo estaba pensando únicamente en que me faltaba el aire. Alguien agarró mi mano y dijo que me calmara, que todo iba a salir bien. Pero no estaba seguro de ello.

Mi visión se empezaba a nublar, no sabía si era de los nervios o de lágrimas que salían sin esfuerzo.

Necesitaba calmarme, pero no sabía como. Todas las crisis asmáticas que había tenido a mi lado siempre había estado el inhalador.

Tosía sin parar, y, finalmente, cerré los ojos, sin poder sentir nada más.

Las recientes luces me despertaron. Una voz conocida me llamó.

— Estás en el cielo, Scott. Se acabó el mundo. Siéntate en el sillón del cielo con hidromasaje y relájate.

Me sobresalté, y en ese momento me di cuenta de que no era nada más ni nada menos que Carter.

— ¡Qué haces, tío! ¡Que susto me has dado! — Grité abriendo los ojos.

No me había percatado de dónde me encontraba, las paredes blancas y pocos muebles destacaban en esa fría habitación.

— Oh Dios mío, ¿Qué hago en el hospital?. — Me senté, me apoyé contra el respaldo de la cama y puse las manos en la cabeza.
— Muy lógico, dado que Dios te había hablado. — Asintió Carter con una mano en la perilla, al estilo del ‘’Pensador’’.
— ¡Mira que eres pesado, y eso sólo que te conozco de un día! — Grité nervioso.
— Sht, tienes asma, es mejor que te quedes calladito, estás más guapo…— Me guiñó un ojo. — No cuela, a mi me gustan las chicas. Cómo esa de ahí. —Señaló a través de la ventana que daba al pasillo, a una anciana.
— ¿Una señora mayor? — Pregunté estupefacto.
— ¡No! La de al lado. — Asintió.

Volví a observar, al lado de la mujer se encontraba una niña.

— ¿Esa? — Volví a sorprenderme.
— ¡Mira que eres ciego! ¡La que está buena, la doctora esa! — Puso los ojos en blanco y rió.

Abrió la puerta de la habitación y salió al pasillo.
— ¡Doctora, cúrame! ¡Estoy enfermo de amor! — Gritó corriendo mientras se acercaba a la chica.
— ¡Callese! ¡O le tendré que poner una anestesia! — La joven doctora empezó a correr también difícilmente con sus altos tacones.
— ¡Si la anestesia la pones tu, lo demás me da igual! — La voz de Carter cada vez sonaba más lejos, hasta que desapareció en la lejanía.

Suspiré, y me volví a tumbar en aquella incómoda cama, con los nervios no había notado que unos tubos salían de un aparato y entraban en los orificios nasales.
Era oxígeno. Aquel aire que nos daba la vida. Levanté mi mano, mirándola durante unos segundos y perdiéndome en lo que había pasado hace poco. O tal vez hace mucho. No sabía cuántas horas llevaba en esta cama. Al menos sabía que no estaba sólo, Carter me había estado acompañando.
Un ruido me sacó de mis pensamientos. La puerta de la sala se abrió, y pude ver a una enfermera venir hacia mí. Era de estatura media, de una melena corta, castaña y ondulada. Sus ojos eran una mezcla entre verde y azul.
— Scott, ¿cierto? — Asentí. — En unas horas podrás ir de nuevo a casa. Has sufrido un ataque de asma bastante severo, pero los servicios de emergencias llegaron a tiempo.
— No recuerdo nada de lo que pasó… — Murmuré confundido.
— Te desmayaste, suponemos que fue por el miedo. — Rió. — Pero procura llevar siempre el inhalador encima.
— Lo haré… — Suspiré. Los tubos me empezaban a molestar.
— Bueno, Scott, creo que tus niveles de oxígeno se están recuperando. Podemos quitarte ya esto. — Mientras retiraba los largos cables de mi nariz, me atreví a preguntar si alguien más a parte de Carter había venido a verme.
— Supongo que Carter es el chico que estaba molestando a una de nuestras compañeras, se lo ha llevado seguridad, tranquilo, no será nada grave. Y tienes en la sala de espera a tres personas más. ¿Quieres verlas?
Asentí. Esperaba poder hablar con Maya después de lo ocurrido.
Nada más lejos de la realidad.
En la sala de espera habían estado Jiang Li, Ai Chan y, sin saber cómo narices se enteró, Shaina. Cuando los tres entraron mi ánimo decayó por momentos.
Shaina y Ai Chan se acercaron besando mis mejillas y sonriendo. Jiang Li me saludó con un ‘’te veo bien, Scott’’.
Sonreí de lado.
— ¿Cómo estás cielo? — Preguntó Shaina.
— Yo… Bien.
— Me alegro, no sabes lo preocupada que he estado.
— Hemos estado. — Corrigió Ai Chan rodeando la cintura de su novio.
— Lo que tu digas. — Resopló Shaina.
Miré a los tres presentes mientras Carter entraba por la puerta con expresión confusa. Señaló a Ai Chan e hizo una mueca. Jiang Li se giró para observarle.
— ¡Hey, vecino! — Exclamó Carter, dándole unas palmaditas en la espalda a Jiang Li.
Solté una pequeña risa que apenas se escuchó. Carter se sentó a mi lado, con una sonrisa en el rostro y una mirada que parecía decir ‘’no me cae bien la novia de tu amigo’’.
La conversación no fue mucho más allá. Shaina dijo que tenía que ir a un pase de modelos y necesitaba un mínimo de dos horas para maquillarse, por lo que se fue pasados unos minutos. Ai Chan salió a por un café, dejándonos solos a Carter, Jiang Li y a mí.
— Por cierto… — Murmuré. — ¿Y Maya? ¿Qué pasó después de que yo me desmayara?
La sonrisa desapareció del rostro de mi nuevo vecino, y mi compañero de piso se limitó a desviar la mirada.
Se produjo un silencio. Ninguno de los dos contestó.
Carter miró a Jiang Li, rogándole con los ojos que hablara él.
Este suspiró y me miró. — Maya… Eh… — Comenzó a decir. — Ella me pidió que te dijera que no quiere volver a verte… Desea que no la llames ni la busques.
Mi corazón se detuvo unos instantes. — ¿¡Por qué!? ¿¡Qué hice!? — Grité, llevándome una mano al pecho, notando mi debilidad al forzar la voz.
— No hables tan alto, recuerda que aún estás débil.
— Pero ella es mi amiga… ¿Por qué…? Yo no hice nada… — Susurré.
— Scott… — Contestó Carter.
— Dejadme sólo. — Pedí. — Dejadme sólo.
Una última mirada dolida por parte de ambos y finalmente la habitación quedó en total silencio.
Miles de pensamientos llenaron mi mente. Mis ojos ahora estaban cristalizados… Y la mayor parte de mi corazón destrozado.

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